miércoles, 20 de diciembre de 2006

ANTES QUE NUNCA.

Escribe Alfredo Grande (publicado en la Revista MATE AMARGO)
Diciembre 2006

¿Es mejor prevenir que curar? Siempre pareció que si, una especie de verdad de Perogrullo. Pero dado ciertos acontecimientos, se impone la reflexión siguiente. ¿Para quién es mejor y para quien es peor prevenir? Porque de lo que se trata es de prepararse para la batalla o de lamentarse por la derrota. Porque curar, en el campo popular, es curar heridas que muchas veces nunca cerrarán. Arterias y venas abiertas que sigan la hemorragia de recursos culturales, naturales, personales. Matizado con la masoquista resignación que nos dice que siempre que llovió paró o que no hay mal que dure cien años, que dios aprieta pero no ahorca, o que le da pan a quien no tiene dientes, ignorando quizá que los sorbetes se tapan con las migas. Señalo simplemente que para toda política de la resignación estoica hay muchísimos refranes que intentan legitimarla. Para ser más explícito: si una persona ve antes un peligro, es un paranoico. Si ve antes una enfermedad, es un hipocondríaco; si ve antes una estafa, es un desconfiado; si ve antes una infidelidad, es un celotípico; si ve antes una masacre, es mufa; si ve antes un levante, es un calentón; si ve antes una agresión, es un provocador. Podría continuar pero me parece suficiente para mostrar que a toda profecía le cae un cierto halo de impopularidad. Incluso se ha extendido hasta el absurdo el uso del concepto “profecía autocumplida”. Termina acusando al que anticipa el daño de que en realidad lo está causando. La cultura represora tiene recursos inagotables para: 1) desmentir su condición de represora 2) construir una supuesta condición benefactora 3) construir la subjetividad genuflexa de “no hay otra”, “es lo que hay”, “nada”. Todas estas simplificaciones son herencia de la maléfica “por algo será”. Hace poco escuchamos otra frase de esta modalidad: “el enemigo no está en la casa rosada”. Si bien podemos acordar, lo importante sería descubrir donde está el enemigo. Aunque después de la desaparición de Julio Jorge Lopez alguna idea tenemos. Y antes también la teníamos, aunque es un tema a pensar porque ese conocimiento fue puesto en planos tan lejanos. Los “antes” de la desaparición de Julio Lopez fueron desestimados. O quizá al ser enunciados, no faltó quien espetara y esputara: “¡¿pero te pensás que estamos igual que en la dictadura, eh?! En cierto sentido, el discurso oficial sobre los derechos humanos fue eficaz porque, aún a riesgo de los errores de cualquier generalización, creo que en ningún sector se planteó que los riesgos de la declaración de un querellante y testigo, incluía a 30 años del comienzo de la dictadura genocida, su eventual desaparición. La abogada Guadalupe Godoy me pidió un trabajo sobre la re victimización de los testigos por el solo hecho de tener que declarar sobre circunstancias absoluta y definitivamente probadas. Pero confieso que cuando escribí el artículo[1] no pensé que además de los sufrimientos innecesarios, también estaba el riesgo de la desaparición forzada. Entonces considero que esta es una situación límite para todos los que intentamos sostener el ejercicio de los derechos humanos en democracia. Una situación límite se define como aquella que genera un cambio sustancial en las lógicas de comprensión y sentido. Quizá no se pudo o quiso pensar un antes, pero de todas formas es necesario pensar un después. En otros términos: al cambiar el después, también adquiere un nuevo sentido el antes. Esto se denomina re significación. En términos concretos: si el levante terminó en una violación, quiere decir que tampoco era un levante, sino que era una psicopateada miserable. Los efectos anteceden a las causas, y por eso pensamos que la lógica de la política y la lógica del inconciente a veces es la misma lógica. La desaparición forzada de Julio Jorge Lopez tal vez sea una derrota para el campo popular, como dijo el gobernador que se bajó. Pero para el gobierno, que soberbio bajaba cuadros de dictadores, (aunque el último de los de facto siguió cobrando los $15000 mensuales), es un fracaso. Porque tiene que aceptar que hay “estados dentro del Estado”. Y mal que pese a los mentores del capitalismo serio, si el Estado es gobernado, los estados son reinados con legalidades que al Estado le son completamente ajenas. Si la gobernabilidad de la Argentina es posible, con la ayuda de las diferentes formas de superavit, simultáneamente la gobernabilidad de la bonaerense es inalcanzable. Al menos, si lo escuchamos a Arslanian, otro que tampoco habló antes y no habló tampoco demasiado bien después. La paradoja actual es la siguiente: se le pide a las fuerzas de seguridad que encuentren lo que con toda probabilidad ellas mismas han perdido. Entraron a la casa de Nilda Eloy, comieron empanadas, se retiraron, la guardia no vio nada, todos en paz. No se realiza una investigación científicamente correcta, pero se saturan los medios de comunicación, incluso llegan avisos por telefonía fija y móvil, informando de la búsqueda de Julio Jorge Lopez como si fuera un objeto perdido. Espero que a ningún funcionario se le ocurra emitir spots con la música del unicornio azul. La desaparición forzada de Julio Jorge Lopez, es a la política de derechos humanos actual lo que las leyes de obediencia debida y punto final fueron a la política de derechos humanos del primer gobierno democrático post dictadura. Un poderoso analizador de que la casa sigue sin estar en orden, lo que no sería malo. Lo realmente terrible es que la democracia mantiene y sostiene el mismo orden perverso, aquel que entronizó el exterminio para imponer planes económicos y políticos que fueron la continuidad de ese exterminio por siempre jamás. Pero sabemos que la cultura represora odia los analizadores. Todo se agota en la saturación de la anécdota. Antes de pasar a otra noticia. Es lo que en este momento se llama la tercera desaparición de Julio. La caída de la presencia en el espacio mediático. Desaparece la desaparición, abstracción letal que el orden democrático posibilita, porque habilita a los asesinos de cuello blanco. Esta habilitación toma la forma grotesca de que nadie, desde abajo hasta arriba, haya renunciado después de dos meses de la desaparición. Aparentemente, nadie considera que alguien tiene algo que ver con el tema. Quizá con la excepción del propio Julio, que en sus desvaríos resolvió esconderse mientras pregunta: “¿Etchecolatz está?”. El ministro del Interior pasa a jugar en la interna del fútbol teniendo a Juan Verón, que grande sos, como operador calificado. Desaparecen las hinchadas visitantes y locales como respuesta a los operadores mafiosos del fútbol, llamados barras bravas, aunque mucho más brava es la conducta de los dirigentes de los grandes equipos. Ni siquiera en el fútbol pudo pensarse en el día antes de ayer, cuando estalló la noche de los botines en el equipo Gimnasia de La Plata (¿el lobo?) No existe la anticipación, siempre se actúa, y además con torpeza, después de la lecha derramada. Y ya sabemos que cuando un fascista se quema con leche, ve una vaca y la mata. Por supuesto, las vacas somos nosotros. Por eso además de buscar a Julio sería muy bueno que desde el Gobierno se empiece a prevenir y anticipar nuevas acciones de intimidación sobre testigos y querellantes. Es conocido que muchos de estos han desistido de presentarse, quizá porque intuyen cierta inacción oficial en lo referido al cuidado necesario. Otros sostienen con coraje su decisión, pero sin desconocer los riesgos a los cuales no tendrían que estar expuestos a casi 23 años de democracia. No conviene abusar de la impunidad como explicación, sin analizar en profundidad entre quienes se construye esa impunidad, que incluye complicidad y por lo tanto que muchos que deberían ser parte de la solución, en realidad son la parte sustancial del problema. Nada de esto está alejado de la situación de desaparición forzada de mujeres y niños para ser esclavizados en prostíbulos. La situación de Cristina Ojeda y Romina Gamara, secuestradas, rescatadas, nuevamente secuestradas, no es demasiado diferente, más bien es demasiada análoga a la de Julio. Porque hay una trata por motivos sexuales, y hay una trata por motivos políticos. Negocios. Nada personal. Quizá la desaparición de Julio tampoco tenga nada personal. Sabemos que el Estado tiene razones que el corazón no entiende. ¿Habrá una Razón de Estado que desconocemos? Pero si no empezamos a preocuparnos por el día anterior al de ayer, inútil será intentar solucionar los desastres del día después. El pensamiento crítico tendrá que habilitar un siempre antes para que sea posible un nunca más.

[1] “El genocidio llama dos veces”. Circuló por internet. Una versión ampliada de este trabajo está en www.nortedelbermejo.com.ar con el título de: “Un pingüino no hace Invierno”.

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