lunes, 10 de julio de 2006

SEXUALIDAD REPRESORA: del deseo al mandato.

Busco mi destino.
Un dramaturgo me enseñó que la ideología del autor se juega en el desenlace. Es decir: el sentido tiene mas que ver con la llegada que con la partida. Dime como finalizas y te diré quien eres. Lo que quieres. Y para quien trabajas. La autora del arte y la magia de la vida, es la pulsión sexual. El Yo es el coguionista necesario. Partituras, novelas, cuentos, escultura, cuadros, amor, ciencia en su mayor despliegue.. Pero el Yo, en el devenir de la historia, se ha transformado en un torpe jinete. Por lo tanto ha traicionado a su aliada histórica, la sexualidad. La consecuencia es haber entronizado lo único frente a lo diverso, lo siniestro frente a lo maravilloso, la repetición frente a la creación, el sufrimiento frente al placer. Jinete torpe y cruel que al renegar de su origen ha hipotecado para siempre su destino. Si antes el Yo buscaba esperanzado el por venir, podemos decir que ya lo ha encontrado y que está en el peor de los mundos posibles. Ha declamado el Paraíso en el cielo y apenas pudo construir el Infierno en la tierra. La “vuelta contra si mismo” y “la transformación en lo contrario” se han constituido como los mecanismos de defensa hegemónicos. Por lo tanto, la racionalidad de Eros ha sido trastocada. Haciendo pasivo lo activo, es decir convirtiendo la lucha en sometimiento. y construyendo dolor donde antes encontraba placer. Esta colosal operación de dimensión totalizadora, siendo la mas importante, no es la única. Para que pueda seguir la repetición de vínculos suficientemente malos, la subjetividad deberá desmentir los indicadores de los procesos de degradación de todas las formas de la vida, incluyendo la erótica. Subjetivación y subjetividad han dejado de ser tránsito desde lo nuevo, instituyente a lo permanente, instituido. En su lugar ha decantado un instituido burocratizado, una forma rígida, dogmática de ser en el mundo , que denominamos “modos superyoicos de producción de subjetividad”. Sin llegar todavía a la perfección virtual de una matrix, pero sosteniendo hasta el agotamiento, nuevas formas de masas artificiales Al mega-conjunto de masa artificiales algunos la denominan globalización. La exaltación de este modo de producción, las bulas cientificistas sobre el fin de la historia, las diversas jugarretas para sostener la escisión del YO, el cultivo puro de incoherencia, inconsistencia y nula credibilidad , es un logro mortífero de los Ideales del Superyo. Intentaremos la discriminación entre formas de sexualidad, para encontrarnos que si es cierto que hay amores que matan, no es menos cierto que hay sexualidades que reprimen. Y que es otra de las cuestiones que al decir de Freud cuando postula un inconsciente represor, nosotros nunca hubiéramos sospechado. La sospecha es un atributo del Yo del pensamiento crítico. Por el contrario: el Yo de la posmodernidad es el Yo del pensar-miento absolutamente a crítico. Es la racionalidad invertida que finalmente aceptó que no hay mejor lugar para la biblia que estar al lado de un calefón. Aceptación que no implica pasividad, sino una enérgica actividad dirigida a sostener el delirio y aniquilar el deseo. Por supuesto, se lo ataca mientras se proclama que se lo satisface, una y mil veces, para lo cual el consumo de objetos ha transmutado a consumismo: consumir consumo. Las sexualidades que reprimen son aliadas de los “YOES” que someten. De eso se trata el Yo de Realidad Definitivo que Freud describiera, pero señalando que se trata de una realidad definitivamente represora. La cruz invertida aliada con la espada flamígera. No podemos eludir la funesta conclusión: estamos ante un nuevo desenlace. El principio de realidad ya no es garantía histórica del principio de placer. Se terminó la garantía, y estamos con la evidencia plena de tener un producto malo pero que, al igual que los remos de la barca del diablo, no podemos soltar de nuestras manos. Por ende: nuestra conceptualización de una sexualidad represora es una exigencia teórica y un imperativo político. Teórica porque es necesario separar en la tierra los conceptos que las masas artificiales de los instituidos científicos burocratizados fusionaron en los cielos academicistas. Política, porque la necesaria intervención para el cambio del sujeto social histórico nos obliga al permanente aggiornamiento de nuestra caja de herramientas. En analogía al proceso que de lo individual pasó a lo grupal, de lo discursivo a lo psicodramático, de la enseñanza totémica y la asistencia tabú al análisis de la implicación del psicoanalista. Y que cuestionó en su fundamento la noción de neutralidad, como sinérgica con los designios del represor. En la batalla cultural, las palabras son armas. Por eso pensamos que proponer nuevos vinos en odres nuevos es una parte necesaria para no solamente buscar el destino, sino también para impedir la tarea de los que tratan de impedir que lo encontremos.
¿La otra no te gusta?
La madre sabe, pero la idische mame lo sabe todo. Y sabe que en la cultura represora la elección de una camisa no es por el principio del placer. No se elige la camisa que mas agrada, sino la que menos desagrada. Por eso la certeza disfrazada de pregunta, descubre que la otra no le gusta, y nada podrá convencerla que ésta si le gusta. Mas aún: lo mas probable es que ninguna le guste, a pesar de lo cual el hijo no podrá dejar de usarlas. Peor es nada. Ante el horror de la nada (el vacío, la soledad, el exilio afectivo, la diáspora vincular) cualquier fruta será alucinada como la media naranja. La madre, judía pero no necesariamente, sabe que la sabiduría del Superyo es siempre conocer algo del Ello que el Yo ignorará por siempre jamás. Si el fundamento de la elección es que “la otra” no te gusta, se derrumba todo el erotismo y la estética de las preferencias. Este mecanismo es también el que está presente en estéticas y erotismos mas complejos. Como los que se inscriben no ya en la elección de una camisa, sino en los de una pareja. El mandato monogámico, heterosexual, reproductivo y sacramental ni siquiera abre la pregunta que la mame hace sobre la camisa. ¿La otra o mejor aún, las otras no te gustaron? ¿Cómo se ha pasado de la concepción del objeto de la pulsión como contingente, a la fantasía delirante de la media naranja? Estamos en la construcción del YO, pero de aquel que se pretendo Uno y Trino. El Yo Oficial de la cultura represora. Fusión del Deseo, el Acto y el Mandato. Un Yo para todos y todos para el Uno. De las tres servidumbres que Freud postulara, los rastros de la relación subordinada al Ello apenas pueden detectarse. Los actos resultantes de la reflexión han degradado a las grotescas contorsiones de la genuflexión. Su imperativo categórico: “le pertenezco”. Mi deseo le pertenece al jefe de turno. Entonces mi placer es el placer del que goza cuando mi placer le pertenece. Los dos principios del suceder psíquico han sido profundamente trastocados. Y en esa devastación de la realidad primera (los dos principios en una sólida complementación) que debió seguir siendo la garantía histórica, política y material del placer, la sexualidad liberada ha sido nuevamente encadenada. Fracaso de la profecía sesentista del amor libre. Fracaso de la profecía psicoanalítica de que “el amor levanta represiones e instaura perversiones” . Y decimos fracaso y no decimos derrota, porque nuevas sombras de diversos objetos han caído sobre el Yo. Fracaso es derrotarse a si mismo. Fracaso es tomar como propio el discurso del enemigo. El mas cruel, caracterizar a la epidemia de SIDA como “castigo divino”. La sexualidad era divinamente castigada por haber profanado su corralito biológico reproductivo. El formato victoriano de la represión sexual ya no es suficiente. La sexualidad debía ser exterminada, no era suficiente reprimirla. Tampoco importó los indudables riesgos de “daños colaterales” sobre población civil heterosexual, monogámica y sacramental. Los destinos del placer fueron contaminados. Por el virus y por la culpa. Dupla mortal. También contribuyó eficazmente a las noches superyoicas de los noventa no discriminar al matrimonio como equipamiento represor de la pareja como dispositivo deseante Una de las consecuencias fue que el primer grupo de riesgo actual es la mujer casada heterosexual. No era posible que el mandato del sexo seco fuera caldo de cultivo propicio para teorías húmedas. El milenario ataque contra la sexualidad, organizado especialmente como condena a la mujer, tuvo un respaldo formidable de la industria mediática, entregada a los mandatos de los imperios. Toda “atracción fatal” era castigada con pérdida de la familia y pucherito de conejo sin viejo vino carlón. Si bien la “guerra de los roses” evidenciaba las fallas de la “american couple” , no es menos cierto que con “filadelfia” , la opción gay no era siquiera judicialmente aconsejable1. Todas las formas de la sexualidad fueron atacadas, y el oleaje llegó a los mas honestos hogares. Satanizar el preservativo, penalizar el aborto, demonizar la educación sexual, culpabilizar a la falta de límites impuestos por ideologías materialistas, etc, han sido estrategias para combatir todas las formas del placer. Cuando se pasó de la contingencia del objeto a la eternidad del objeto, los dispositivos vinculares terrenales fueron garantía de un no placer. Ahora se le podía responder a la idishe mame: “tranquila, esta camisa tampoco me gusta”.
La Novicia Indeleble
Todos los caminos conducen a Roma. Incluso los de la sexualidad. Roma es la metáfora de la hegemonía, y no hay hegemonía mas perfecta que aquella que es punto de llegada de todos los caminos. Si la pregenitalidad se apoya en la zona erógena, sostener que la genitalidad se apoya en la pregenitalidad no es grato a Roma. Porque disloca el mandato reproductivo del genitalismo adulto. El modo de producción actual exige una entrega libidinal total a los sacramentos del mercado. Producción flexibilizada, consumismo obligado. Nadie se consume en el placer, pero tiene habilitado el placer de consumir, endeudamiento mediante. Pero para lograr el anudamiento irracional entre escasez y despilfarro, el recurso de reprimir la sexualidad ya no es suficiente. Aunque siempre sea necesario. Un “nuevo acto psíquico” del sistema represor debe ser entronizado. La sexualidad encuentra un nuevo destino, ahora asociada a su antiguo represor.
Los cuatro destinos de la pulsión sexual clásicamente descriptos pueden ilustrarse de la siguiente forma:

Cambio de objeto y cambio de fin



1) amor de meta inhibida ternura
2)descarga directa : orgasmo


3)sublimación

4)represión: síntomas neuróticos

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Describimos el quinto destino:
5) captura superyoica: sexualidad represora


Superyó

Zona Erógena
El quinto destino es en dos tiempos: primero la represión de la descarga directa y luego la captura superyoica de la sexualidad. Queda de este modo habilitada para un nuevo fin, que es egosintónico con la cultura represora. Es una especie de seudosublimación, porque no hay nuevo objeto y mucho menos nuevo fin. Pero hay amputación de la descarga y se habilita la eterna recarga. La energía de la pulsión sexual, la verdadera fe que ha movido montañas , es destinada a sostener las diferentes modalidades del mandato. El heterosexual, el monogámico, el reproductivo, el consumismo, la pornografía, la farandulización de la política, la moda, la cultura light, lo “fashion”, la guerra, la televisión . Pero no es que el sexo está en todo. No es el triunfo del hedonismo y de los placeres de la carne por sobre los placeres del espíritu. Este sería el reproche de los preconciliares, los tradicionalistas, los inquisidores científicos o morales. Lo que ha triunfado es esa captura superyoica, y tratándose del Superyo no puede ser otra cosa que un triunfo maníaco. Pero triunfo al fin. La sexualidad represora decretará que donde hubo deseo ahora habrá mandato. Lo contingente será obligatorio. La homosexualidad será perseguida, diagnosticada, tolerada, pero nunca aceptada como equivalente a la heterosexualidad. Las minorías sexuales tendrán que tolerar espacios de la marginación social. La trata de blancas, la prostitución infantil, el abuso sexual del niño y el adolescente, gozarán de adecuados mecanismos de encubrimiento. Cuando el descubrimiento sea inevitable, los resortes de la impunidad estarán preparados. La educación sexual será cuestionada y redireccionada al ámbito de la familia. Desconociendo que en muchas familias, la familiaridad ha dado paso a lo siniestro. Seguirá siendo la familia considerada como la base del orden social, sin señalar que lo es solamente de un orden social represor. Las técnicas anticonceptivas dependerán siempre de la “voluntad política” de los funcionarios de turno. Nunca de una objetiva y científica evaluación de los trágicos efectos del analfabetismo sexual de las masas. El aborto será un delito. Nadie explicará que la mujer no se embaraza para abortar sino que aborta porque está embarazada. Y que los síntomas no deben ser castigados ni penalizados. Pero la cultura represora castiga aquello que propicia. La sexualidad de las novicias estará indeleblemente ligada a la voluntad de los poderosos. Por supuesto, el psicoanálisis seguirá siendo una práctica sin cobertura de la seguridad social. Es decir, que los que mas lo necesitan nunca lo tendrán. Las novicias tampoco.
Las cuatro estaciones del patriarca.
La sexualidad reprimida , aquella que Freud liberó desde las herramientas de la asociación libre y la interpretación simbólica, era la marca de la sociedad victoriana. En verdad, era una cicatriz que transformó la zona erógena en un callo anestésico. Lo libidinal era sinónimo del inconsciente reprimido. La neurosis era descripta como negativo de la perversión. Negatividad que no es otra cosa que la lucha que la represión le ganó a la pregenitalidad. La represión de lo erótico y de lo agresivo era la garantía de una subjetividad suficientemente buena para sostener un permanente malestar en la cultura. En otras palabras: la cultura represora no puede dejar de generar malestar, de la misma forma que una infección bacteriana no puede dejar de producir fiebre. Pero no es igual, mas bien es exactamente lo opuesto, pensar al malestar como inmanente o pensarlo como contingente. Aunque sea paradojal, la sexualidad reprimida era funcional a la cultura del bienestar patriarcal. Situación que otorga plena validez a un concepto freudiano que abre la perspectiva del pensamiento clasista en la construcción de la subjetividad: “placer para un sistema, displacer para otro”. El sistema represor para inhibir todo desarrollo de pensamiento crítico, separa lo que tiene que estar unido y une lo que tiene que estar separado. La sexualidad represora quedó fusionada a la sexualidad reprimida, como si fuera una y misma cosa. La sexualidad debía ser reprimida como disruptiva del orden social patriarcal, y solamente tolerada, siempre a regañadientes, como herramienta corporal de la concepción.. La mujer era pensada como una cloaca, al decir de Agustín, obispo de Hipona, pero su función como reproductora era tolerada, aunque también martirizada. Por ejemplo, el delirio obstétrico del “parto a la reina”, que contrariaba hasta la ley de la gravedad. Excluida la sexualidad de la circulación discursiva y descarga placentera, retornaba como síntomas, chistes, prácticas clandestinas, abusos sexuales, violencia contra la mujer y el niño, institucionalización de diferentes formas de la prostitución, el “hecho maldito” de la hipocresía victoriana.. Esos efectos no solamente eran la consecuencia de la represión sexual, sino la manifestación de la sexualidad represora. Su mas inmediato antecedente: la sexualidad patriarcal. Represor de todo placer que no fuera el propio placer del patriarca. La anorgasmia o el mandato del orgasmo vaginal, eran las consecuencias mas benignas. Las peores: los denominados crímenes pasionales, donde los Otelos de la modernidad siempre eran indultados por un orden judicial tan patriarcal como el ordenamiento represor de la sexualidad. Para entender los funestos alcances de la sexualidad represora hay que referirse al patriarcado. Sostenido por hombres y mujeres. Ideología que coherentiza la mas absoluta e irracional de las hegemonías: la del varón poderoso sobre mujeres e hijos. El concepto de “envidia del pene” es consecuencia de esas premisas falocéntricas y patriarcales. Las “bajas pasiones” siempre se asociaron a la condición femenina. Algunas colegas se molestaron con Freud por señalar que la mujer tenía un superyo menos enérgico que el varón. Siempre creí que era un elogio. Dicho en otros términos: el Superyo es la organización subjetiva del patriarcado. El concepto de una instancia “resistente, repelente y represora” , como resolución del Complejo de Edipo, fue la forma con la que Freud pudo referir al decantado identificatorio que “ordenaba lo que jamás cumplía” En la posmodernidad, este decantado ha capturado toda forma de sexualidad. La represión actual es , antes que nada, represión de lo político social. cultural. Y para esta permanente represión, tanto en la paz como en la guerra, el Superyo ha realizado un pacto con la sexualidad.. Una de las evidencias mas sofisticadas de esa represión cultural, es la publicidad. El actual opio de los pueblos.. El placer sexual prometido, distorsionado, caricaturizado, pero nunca facilitado, es el horizonte represor preferido. Ya Wilhem Reich había advertido que el hombre explotado tenía amputada la capacidad del orgasmo como experiencia liberadora. Cuanto mas predomina la sexualidad represora, mas aumenta lo que Freud describe como “degradación general de la vida erótica”. La prostitución se ha hecho transversal, pero no por aumento de los placeres, sino por el aumento de los negocios de los diferentes formas de la “trata”. Adolescentes y niñas, secuestradas para aumentar la relación costo beneficio de los empresarios proxenetas. Como el Superyo no deja nada bueno bajo el sol, también mantiene la culpa inconsciente y por ende la necesidad de castigo como reguladores del placer residual del sujeto. Pero la hegemonía actual se construye no solamente con represión de la sexualidad. Por el contrario: la batalla cultural del imperio exige que también la sexualidad aporte poderosas representaciones ideativas y afectivas para la represión del inconsciente político y cultural del sujeto social histórico mientras el patriarca disfruta de sus estaciones.
La fierecilla psicoanalizada.
El pasaje de la hechicería a la neurología y de ésta al psicoanálisis muestra que el lugar de la mujer en el patriarcado ha cambiado para seguir muchas veces siendo el mismo. La sexualidad reprimida era sustancialmente para la mujer, ya que el varón, debía, placenteramente debía, descargar sus tensiones sin restricción alguna. Para Freud la mujer era un continente negro, y a pesar de eso, sus aportes fueron inapelables para desbiologizar el padecer neurótico. Si la neurosis era el negativo de la perversión, pero de aquella que se organiza como polimorfa. En realidad era el negativo de la pregenitalidad. La represión de las pulsiones parciales, no favorecía y hasta impedía que la experiencia del orgasmo fuera una opción terrenal. Por lo tanto, podemos afirmar que en el modo victoriano de producción de subjetividad, la sexualidad represora era del varón y la sexualidad reprimida de la mujer. Por supuesto, no cualquier varón, no cualquier mujer. Solamente los que eran egosintónicos con la moral y las buenas costumbres. Es decir, las honestas y mediocres medianías, en esa profunda definición que acerca a Freud con José Ingenieros. La mediocridad como resultante no contingente de la cultura represora, propicia la disociación del erotismo. Una corriente se mantiene reprimida y sigue dándole energía a la fábrica de síntomas neuróticos. Otra corriente es expropiada de Eros y , transformada en lo contrario, brinda un aporte para los cultivos superyoicos de la pulsión de muerte. Si la fierecilla debía ser domada, mas allá de los métodos empleados, nunca se cuestionaba la lógica y el derecho del domador. Porque para la cultura represora en la actualidad la lógica del Yo es la lógica superyoica y la lógica de la sexualidad es la lógica de la sexualidad represora. En forma análoga a como Freud describe inicialmente al Superyo como una fase del Yo, pensamos que la sexualidad represora es una fase de la sexualidad. Pero que debe ser discriminada como tal, porque de lo contrario seguiríamos pensando los conflictos con polaridades que son de otro momento histórico. Estaríamos sufriendo de reminiscencias. Las formas arcaicas de represión de la sexualidad solo pueden observarse en las prácticas discursivas de las jerarquías religiosas. Pero solamente como una práctica habitual de la desmentida. Porque simultáneamente dan miles de ejemplos de sexualidad represora abusando y violando niños y adolescentes con la impunidad de las masas artificiales. Incluso embarazando monjas, en una ampliación siniestra de la hipocresía y el cinismo. Domar a la fierecilla era un imperativo categórico de la sociedad patriarcal, que actualmente se aggiorna impidiendo a las mujeres que compitan con las mas altas jerarquías en las organizaciones sociales. Las prácticas que comienzan a perder status, prestigio y rentabilidad son una excepción y en ellas las mujeres no encuentran obstáculos varoniles para el ascenso. Tres son los destinos posibles de la fierecilla: 1) aceptar su condición de domada; 2) rebelarse ante el domador y recuperar la profecía sesentista del amor libre; 3) especializarse también en la modalidad de la sexualidad represora. En este último caso, las veremos concurrir a los boliches donde el streap tease masculino logra una grotesca repetición de uno de los tantas conductas perversas del patriarca. Una forma inteligente de tensar este conflicto es en la película “Full Monty” donde la mirada femenina es inicialmente censuradora, para luego habilitar un espacio de ternura y comprensión con los “varones domados”. Claro que los ocasionales streapers no eran profesionales del desnudo sino víctimas del fascismo de mercado instituido por la nueva derecha liberal. Desde ya, la fierecilla se ha rebelado muchas veces contra el domador, y uno de los mejores frutos ha sido el desarrollo de la perspectiva de género. Los estudios sobre feminismo, el espacio político y cultural que ocupó el movimiento gay, lésbico, y travesti, es una de las evidencias que las fierecillas siguen la pelea con los domadores. El instituido burocratizado de la heterosexualidad represora ha sido duramente conmovido. Pero su capacidad de renovarse no debe ser desestimada. La nueva derecha sigue sosteniendo la penalización del aborto, la satanización del preservativo, la excomunión de la educación sexual. Porque en última instancia la fierecilla indomable es la pulsión. Ese concepto límite que sin dislocar nuestra animalidad, tampoco nos encierra para siempre en los barrotes de la biología. Pulsión es cuerpo, y cuerpo es erogeneidad. Placer del origen y placer del destino. Y es justamente esa capacidad de producir placer lo que la racionalidad represora va a atacar. Incluyendo como extremo límite la tortura y la muerte. El abuso y la violación, actos paradigmáticos de la sexualidad represora, están legitimados por la cultura hegemónica postulando que la víctima se lo buscó. Y merece el ataque porque de alguna manera lo provocó. La víctima es culpable y el victimario nunca reconocerá su culpabilidad. Los psicoanalistas no podemos dejar de esforzarnos en desmontar esa trampa. De la misma forma que el baluarte de considerar a la heterosexualidad reproductiva como buena en si misma. La homosexualidad, el travestismo, la intersexualidad son sospechosas de patología. Si la fierecilla además es gay, o feminista, las cosas se le complican mucho mas. Va a ser considerada como una fiera salvaje, destructora de hombres. Y de morales usos y costumbres. Prueba de ello es que el último Encuentro Nacional de Mujeres , fue brutalmente atacado con la pluma, con la espada y con la trompada. Pero los miles de mujeres que concurren anualmente a este acontecimiento , son palpable, visible y audible comprobación que las fierecillas están organizadas y que enfrentarán con temor quizá, pero sin dudar, a los domadores y represores de la historia.
Seguramente muchas de esas fierecillas han sido psicoanalizadas.
Concepción amplificada del Superyo.
La operación fundante del Yo es la discriminación. Entre lo que ataca la vida o lo que protege la vida. Discriminar es separar pero no escindir. Uno de los recursos de la cultura represora es la fusión conceptual. Es un mecanismo análogo al descrito por Freud cuando analiza el doble sentido antitético de las palabras primitivas. Para postular una sexualidad represora es necesario afirmar que con la palabra Superyo designamos dos cosas diferentes. La mas conocida y aceptada es la denominación que recibe la instancia que deviene como herencia del arrasamiento del Complejo de Edipo. Freud señala que el Superyo hunde sus raíces en el Ello. Yo agrego que además contamina sus ramas. Y que estas ramas se prolongan en las masas artificiales, lo que constituye su concepción amplificada. La conciencia moral no tiene conciencia de que fue construida desde la hegemonía represora de la cultura. Hablar de la instancia superyoica exige aceptar su concepción amplificada. Cuando las masas artificiales se organizan en la subjetividad, mediatizadas por la sagrada familia patriarcal , decantan en instituido burocratizado denominado superyo propiamente dicho o restringido. La culpa es su producto mas genuino. El Superyo amplificado encuentra en el Código Penal, los decretos de necesidad y urgencia, las bulas, los dogmas, su instituido mas preciado. El código penal, al igual que el Superyó, castiga mas al santo que al pecador. Es decir: la gravedad de las condenas a los delitos es inversamente proporcional al nivel de la clase social a la que pertenece el delincuente. El pacto perverso entre código penal y superyó se verifica en algunos Estados de la Gran Democracia del Norte donde ciertas prácticas sexuales (coito anal) están tipificadas como delitos. Desde ya, aunque sean practicadas por adultos en mutuo y libre consentimiento. El mercado, gran disciplinador de la conducta individual y social, convoca en forma explícita la promesa sexual como valor agregado al consumo de cualquier producto. El sexo-góndola es una oferta permanente y en amplia escala que produce una carga permanente sin posibilitar la descarga necesaria. Por lo tanto, refuerza las conductas sintomáticas de carácter agresivo y autodestructivo, del tipo de las adicciones. El fumando espero fue una ingenuidad anticipatoria de todo lo que se espera como gratificación y que nunca llegará. Aunque se prohíba fumar, se seguirá esperando en compañías cada vez mas devastadores, desde la pasta base hasta el poxiran. En base a estas consideraciones, pensamos al mercado, sustantivado como cosa en si, análogo a una formidable masa artificial. Organiza la amenaza de castración al sostener la endemia de necesidades básicas insatisfechas. Una de las tantas formas en que el Estado Terrorista organizó la amenaza de castración fue nombrada a posteriori como “la noche de los lápices”. Los períodos de latencia de la historia, sea del individuo, o de toda una generación, implica la castración efectivamente realizada. No por desarticular un órgano, sino por anular una función. La función yoica por excelencia: la resistencia al represor. En las diferentes modalidades latencia, queda sustituida por la función superyoica por excelencia: la resistencia al deseo. Freud señala con precisión que las masas artificiales exigen una coerción exterior. Pero tan solo exterior al sujeto, porque es interior al orden de una cultura represora. Coerción, amenaza y castigo: el trípode tanático que organiza los diferentes modos de sostener y profundizar la represión de todos los deseos. ¿Pero cual podría ser el mecanismo por el cual la represión del deseo fuera desmentida en su esencia? El Superyó amplificado construye la dimensión traumática del deseo: publicidad, prostitución, pornografía. En su desmesura, en su despliegue colosal, en su capacidad inagotable de variar formas y contenidos, la forma convencional encubridora y caricaturizada del deseo desaloja la expresión singular e íntima del mismo. El genial Federico Fellini en una de sus inolvidables películas, coloca un enorme cartel de Anita Exberg promocionando una marca de leche. La imagen permanente y una pegadiza música (bebete piu latte..) enloquecieron al censor de turno, condenado a pesadillas donde era perseguido por enormes pechos. El superyo amplificado encuentra en la sexualidad una forma inobjetable para reprimir el deseo: brindarlo en una dimensión traumática que impide la elaboración y la descarga. El “modus operandi” del sistema represor siempre es el mismo: al que está sediento lo ahoga. “¡Ahí tienes el agua que pedías!” El sexo que se pedía desde la década del sesenta primero fue censurado, luego el sistema lo expropió del sujeto y maximizó su valor de mercado. La gran pedagoga de la posmodernidad, la televisión, aportó sus médanos de arena. El sexismo es la contracara del pudor victoriano. Ambos enfrentados a la sexualidad singular, erógena y vincular. La televisión amplificó la familia patriarcal con sus dispositivos machistas. Con la indudable ventaja para la cultura represora que los patriarcas actuales son simpáticos, chistosos, en general buenos mozos, con éxitos económicos y sociales. La amenaza de castración que lo mediático impuso es ser un perdedor. Looser. O ser “nominado” en la degradación de la realidad que un reality supone . Los latentes de la actualidad, mezcla funeraria entre autistas y zombies, se conforman con 30 segundos de fama. Que ni siquiera son las migas del banquete. La inmortalidad es una joda de Tinelli2 o un blooper sádico. Pero si la fama es puro cuento, en los modos amplificados del Superyó es un cuento de terror. Terror que las masas artificiales administran desde el horror del exterminio. La shoah posmoderna se denomina costo social del ajuste. Y el Superyo, desde su concepción amplificada y por lo tanto hegemónica, ni siquiera permite pensarlo. Lo define como impensable, y sin dudarlo lo es desde el alambrado horizonte de la cultura represora. Los modos yoicos de producción de subjetividad (deseo, necesidades básicas satisfechas) han sido capturados por los modos superyoicos (construcción artificial de la carencia) Esta captura es globalizadora. Nada nuevo queda bajo el sol. La sombra del objeto , es decir su forma succionada del contenido erótico, cae sobre el Yo. Y lo aplasta. Incluso con lo mas deseado y amado, pero en una escala que deviene traumática. En la concepción amplificada del Superyo el tamaño es lo que mas importa.
7. Se conoce gente3.
El pasaje del autoerotismo a la relación de objeto tiene como meta la amplificación del placer en la multiplicidad del objeto contingente. La endogamia es una estrategia de poder del protopadre devenido patriarca. De la horda primitiva a la familia patriarcal hay menos diferencia que la sospechada. Al igual que la derecha, que castiga aquello que propicia, el patriarca propicia la endogamia, crea el dispositivo del incesto, para luego castigarlo cruelmente. Desde ya, el incesto no es neutral a la perspectiva de género. El incesto prohibido y castigado es el del hijo varón con la madre, que en el orden patriarcal no es mucho mas que una mujer cancelada. La cualidad de incestuoso es posterior a la prohibición. El acceso pregenital al cuerpo de la madre es garantía de la autoconservación y es tolerado por el patriarca. Cuando la madurez edípica permite el enfrentamiento con el padre, éste saca a relucir el derecho de las bestias. Ahora ese cuerpo materno es incestuoso, está prohibido y la sentencia que la amenaza anuncia es la muerte. O su versión domeñada, la castración. Por lo tanto el Superyo mientras dice que instituye el tabú del incesto, en realidad consagra el tabú del deseo. La sublimación deviene mandato y el latente penitente ingresa al servicio escolar obligatorio. Conocerá a su “segunda mamá” a la que no podrá ver como su “primera mujer”. Endogamia amplificada que coloca a nuevas series de patriarcas, empezando por el Director y terminando por el Estado. Esta moción edípica, a la que se le impide caer por su imposibilidad interna, análoga a la caída de los dientes de leche (al decir de Freud) será transformada en lo contrario y donde hubo amor habrá terror, y volverá contra si mismo, porque lo que debió descargarse afuera se recarga adentro, en la propia subjetividad mortificada. Comienza a construirse el dislocamiento entre sexualidad y vínculo. Para los modos yoicos, donde el nivel fundante es el deseo, ambos términos son dos caras de la misma moneda. Para los modos superyoicos, donde el nivel fundante es el castigo y al amenaza, son dos monedas que tienen la misma cara. La cultura represora une lo que tiene que estar separado y separa lo que tiene que estar unido. La construcción del sujeto doblegado y expoliado, exige colosales magnitudes de contracatexias que puedan mantener el aplastamiento de la pulsión. Una de las formas es alejarla, separarla, escindirla de los objetos. Abusar hasta el hartazgo de la primitiva satisfacción alucinatoria del deseo, que, televisión mediante, deviene la via regia para que se restituya la forma del objeto vaciado de contenido. Esta pulsión sexual , es un autor que no encuentra a ningún personaje. Y a ningún objeto. Como animal herido, escapa hacia las aguas contaminadas del equipamiento superyoico. Clonada culturalmente como sexualidad represora aportará mas energía para el sepultamiento, dilución, aplastamiento, desaparición, aniquilación, de multiplicidad de deseos y placeres. El imperativo categórico subvierte a la moción deseante y se verifica el pasaje del deseo al mandato. Los cuerpos erógenos serán mutilados, y todo tipo de ortopedias pseudo reparadoras se practicarán en ellos. La erótica y la estética darán paso a la retórica del plástico. El patriarca seguirá practicando a Dios rogando, pero aceptará al implante capilar dando. En su construcción paradojal la sexualidad represora es un reaseguro del sometimiento y la domesticación. El mas difícil de enfrentar ya que se ha fabricado con las astillas del mismo palo. Una de las trampas superyoicas mas eficaces que Freud descubre es cuando dice: “puedes amarme...soy igual al objeto”. O sea: es igual a la forma del objeto, es una restitución del objeto. Pero al objeto de la plenitud erótica se lo arrancó del suelo pulsional. Los mas hipócritas, dirán ante la hegemonía de la sexualidad represora que el libertinaje sexual debe ser combatido. Y los pequeños islotes de sexualidad liberada residuales serán bombardeados. Bordeando incluso el delirio al afirmar que la epidemia de SIDA se propaga por el uso de los preservativos. Si el neoliberalismo no es creativo, al menos es ocurrente. Una sexualidad vuelta contra si misma es un dispositivo ingenioso. Forma parte de las construcciones que hemos conceptualizado como Ideal del Superyo. Todo lo que permita aumentar el nivel de sufrimiento, que impida honrar la vida, que aniquile la autoestima y perfore el narcisismo , será idealizado por el Superyo. La descarga sexual será ritualizada y estará mas cerca de la evacuación intestinal o uretral, que de la polifonía vincular del orgasmo. La reproducción de personas y de objetos ocupará el lugar que dejó vacante la creatividad. Jugar solamente será apostar y el fenómeno onírico será reemplazado por la especulación financiera. Para este mundo del revés, bien podría valer la inversión del aforismo freudiano y decir: “Donde hubo Superyo, Ello ha de advenir”. Única garantía de que podamos seguir conociendo gente.
8. Pierdo mi destino
Serían las palabras de Romina Tejerina. En Jujuy (provincia del norte argentino) fue violada y quedó embaraza. Al nacer su bebé vio en su rostro la cara del violador y lo mató. Mas allá de la sentencia del juicio oral, en Romina mataron a la madre que quizá hubiera podido ser. El violador, ejerció sobre el cuerpo y la subjetividad de Romina un acto de crueldad represiva. Con el amparo de la cultura patriarcal para la cual el varón puede todo y la mujer no puede casi nada, el verdadero culpable está en libertad. La sexualidad represora hizo estragos en Romina hasta transformarla en la asesina de su hijo. ¿Quién podrá negar que las series complementarias no son indiferentes para este trágico final? Pero que no se invoque en este caso la teoría del filicidio en vano Aunque es seguro que muchos negarán o ni siquiera se ocuparán en afirmar que no se trata de la locura individual de Romina. Antes bien, ella nos informa de una locura cultural que tiene a las mujeres como víctimas propiciatorias. Sin protección, sin educación sexual, sin aborto legal, seguro y asistido, sin representaciones que acompañen el sufrimiento de ocultar la marca de lo no deseado, Romina solamente dispuso del mas desgarrador de los actos: matar al hijo. Romina por lo tanto se constituye en un analizador histórico de la sexualidad represora y sus consecuencias mas funestas. La pernada como derecho se sigue ejerciendo, con muy pocas modificaciones como queda evidenciado en la tradición de la “ramada”, en el norte argentino4. Pero lo que mas conmueve es que la condición subjetiva de Romina no es ninguna excepción. Es la lógica no contingente de abolir la propiedad privada de los mecanismos de producción de placer de los cuales el sujeto debería ser único titular. Las masas artificiales (Iglesia. Estado, Escuela, Hospitales) expropian los cuerpos erógenos de las mujeres para decidir por ellas el destino final. Ser bóvedas vivientes de un feto anencéfalo hasta que la Justicia establezca con la morosidad de sus tiempos la interrupción del embarazo, o tolerar por tradiciones de exquisito sadismo la mutilación genital. La mirada en estos casos siempre se ha detenido en señalar la represión orgánica y psicológica de la sexualidad. Pero se ha realizado una formidable operación de encubrimiento para no advertir que la sexualidad también se pone al servicio de la represión. Ciertas formas de organizar la sexualidad son parte del malestar en la cultura, que por supuesto es el bienestar para la minoría silenciosa y represora. Malestar en la cultura que, sexualidad mediante, agrede siempre a la mujer y también agrede al hombre. Los mandatos sexuales obligan al varón, engrosando los trazos de su carácter hasta momificar sus afectos. Romina no sufrirá de reminiscencias, lejano paraíso de las histerias victorianas. Sufrirá de pesadillas monstruosas, casi tanto como el ordenamiento de la sexualidad en la lógica patriarcal. Es una de las miles de víctimas de los crímenes de lesa sexualidad. No menos grave que al haber encubierto los mecanismos culturales de transmisión del SIDA, por lo cual hoy el mayor grupo de riesgo es la mujer heterosexual casada. La sexualidad represora no viene sola. Puede acompañarla desde el embarazo no deseado, lo que constituye en si mismo un aborto, y todas las enfermedades de transmisión sexual, en las cuales no estaría de mas incluir al machismo. Romina es un testimonio ineludible, justamente porque es uno de tantos. Los cuerpos lastimados también forman parte de ineludibles testimonios que la sexualidad es disciplinada con sexualidad de signo contrario. Y de apoyatura diferente. Si el plus de placer que la satisfacción de la necesidad generaba tenía su apoyatura en el cuerpo, la sexualidad represora tiene su apoyatura en el Superyo. Masas artificiales mediante, es una de las razones de la desaparición en la clínica de “lo neurótico”. Es decir, de los retornos de la reprimida sexualidad. Masas artificiales mediante, la ternura primaria es sofocada. No puede sostenerse la agresión de meta inhibida, y la pulsión de autoconservación no es garantía suficiente que permita mantener la vida. La criatura humana está amenazada en forma permanente y el mecanismo de la inhibición de la agresión intraespecífica que postulara Lorenz se desploma. Es necesario señalar nuevamente cual es a nuestro criterio la dislocación fundante. La descarga directa de la pulsión sexual era una de las maneras de descargar la pulsión de muerte. Pero en lo que denominamos sexualidad represora es la pulsión de muerte que se descarga asociada a la sexualidad. Y hablar de pulsión de muerte en la actualidad es hablar de todos los mecanismos que atacan la vida, tanto en su dimensión biológica, como psicológica y cultural. La vida del bebé de Romina y la vida de la propia Romina han sido destruidas. Han perdido para siempre su destino.
9. El deseo del mandato
La lógica del deseo es capturada por la lógica del mandato. Existe la satisfacción del deber cumplido, pero no es frecuente que se hable de la satisfacción del placer cumplido. Hacer lo que uno quiere es sospechoso de hacer cosas que no hay que hacer o al menos no decir que se hacen. El deseo siempre es sospechoso de individualista, egoísta, carente de moral y ausente de escrúpulos. El deseo debe ser limitado en sus alcances porque si todos los sujetos quisieran satisfacerlos, sería el caos social. El denominado pensamiento único es la marca del pensamiento que se organiza desde el mandato. Se opone en forma inapelable al pensamiento crítico, cuyo fundamento es el deseo. Deseo y mandato son polaridades que fundamentan dos modos incompatibles de producción de subjetividad: el yoico y el superyoico. Sin embargo, de la misma forma que de la pulsión de muerte será la inalterable eternidad, en los tiempos de esta cultura del exterminio, los modos de producción superyoica han capturado todos los demás. Su marca cicatrizal es desear el mandato. En el cual el reprimido ama al represor. Desear el mandato es el triunfo maníaco sobre los cuerpos erógenos y sociales. La sexualidad represora se viste de deseo, pero su nivel fundante es un mandato inapelable. Y aunque la mona se vista de seda, mona se queda... Claro que esa mona no es ninguna monada, es una forma de cultura cruel y exterminadora, que aspira y en no pocos casos logra, transformase en una matrix cultural, política e ideológica.
El psicoanálisis implicado pretende ser un analizador de la cultura. Mas precisamente, del fundamento represor de la cultura. Lo que Freud describe como malestar, y que es egosintónico y naturalizado con los modos superyoicos de producción de subjetividad. El análisis de la sexualidad represora forma parte de una mas ambiciosa tarea : poder conceptualizar una metapsicología del oprimido. Es llevar hasta el extremo límite nuestra convicción que la subjetividad es el decantado identificatorio de la lucha de clases. La clase de los deseos y la clase de los mandatos en un combate transgeneracional que atraviesa la historia. Discriminar las batallas culturales perdidas, permitirá aprender de la derrota. Y alejarnos de los cantos de las sirenas superyoicas que nos seducen para silbar o tararear la melodía almibarada de estos tiempos. Que algunos llaman cultura light, pero que es mas letal que la guerra.
El análisis de la sexualidad represora propicia poder retornar del retorno de lo reprimido, disolviendo al represor. Y poder escribir en otros tiempos y espacios históricos sobre una sexualidad liberada que disloque el mandato y pueda recuperar el deseo.

RESUMEN EN ESPAÑOL
El Autor propone el concepto de sexualidad represora. La sexualidad ha dejado de transitar los caminos de la descarga sexual directa para ponerse al servicio de los mandatos superyoicos. Esta instancia es discriminada en una concepción amplificada y una concepción restringida. La fuerza de los mandatos no está garantizada solamente desde la construcción de un pensamiento único, sino que además requiere la energía suplementaria que solo la sexualidad puede brindar. La realidad deja de ser la garante histórica del principio de placer. Se consolida una cultura del malestar, que encubre su fundamento represor. La mujer ha sido la víctima propiciatoria de una lógica patriarcal que establece una escisión entre los modos de descarga placentera de los sexos. Se postula al Superyo como la organización subjetiva del patriarcado. No es posible realizar una intervención teórica y política que no toma en cuenta que la sociedad patriarcal disocia el discurso para el varón del discurso para la mujer. La cultura represora al propiciar aquello que castiga, desmiente esa disociación e intenta fusionar lo incompatible. Uno de los motivos por los cuales la sexualidad represora se mantuvo por fuera del análisis crítico al mantenerse oculta en los repliegues de la sexualidad reprimida. Cuando se lucha por rescatar nuevamente a la sexualidad del mandato, los diversos recursos de la cultura represora, incluyendo al código penal, se activan. El cientificismo, el academicismo, la moral tutelar, son reservorio de discursos represores que consiguen la impunidad histórica de la sexualidad represora